Sevilla_

Sevilla_
"...un relato es una carta que el autor se escribe a sí mismo para contarse cosas que de otro modo no podría averiguar". Carlos Ruiz Zafón

jueves, 29 de septiembre de 2011

Momentos extraños en nuestra vida.

Un violín acompañado de de guitarra y cajón flamencos.
Momentos extraños donde podemos ver la decepción en los ojos de aquellos que ven que el sueño de ayer se rompe delante de ellos.
El romanticismo que la música chill out teje alrededor de las velas en el patio de un hotel que nos impresiona.
Una lágrima que recorre mi mejilla mientras el canon de Pachelbel surge de un violín delante de un gran letrero que reza Stradivarius a la sombra de la luz de la Giralda.
El abrazo de una amiga que lucha por contener las lágrimas que amenazan con quemar sus mejillas también.
La musa de la generación del 27 leyendo la obra de un joven y humilde poeta que estudia arquitectura.
Las cornetas que se afanan por rechazar el convencionalismo y suenan en armonía con Michael Jackson al son de melodías para zombis.
Y lo escribo todo. Todo. Porque todo se olvida, o no.
O no, tal vez solo cambia de lugar en el corazón.

martes, 27 de septiembre de 2011

Porque todo es difícil...

Porque hay cosas muy fáciles de decir, pero demasiado difíciles de hacer. Porque es demasiado difícil sonreír cuando lo que de verdad quieres hacer es llorar. Porque siempre es más fácil dar consejos que recibirlos y aplicárselos a uno mismo. Porque es demasiado difícil verte y ver en tus ojos lo que no quiero ver…

Cuando Soledad y Distancia me acompañaron todo fue relativamente fácil. Ellas me hicieron creer que podía superar todo esto. Me obligaba a mí misma a pensar que todo había acabado, no sólo para ti, sino también para mí. Que debía estar agradecida por aquella magia inigualable que se me había dado a probar, aunque hubiera acabado. Que simplemente debía estar feliz de haber sentido la experiencia de estar contigo… Pero aquello era fácil cuando no te podía ver. Porque olvidar no es simple ni sencillo, y porque engañar al corazón es tanto una atrocidad como una misión imposible.

Me obligué a encerrar emociones tras una barrera que cercaba mi corazón, haciéndola más fuerte cada día, aun cuando Distancia estaba a mi lado para ayudarme.

Pero ha llegado el momento en que tanto Soledad primero, y Distancia después, se han ido para dejarme sola con lo aprendido durante mi amistad con ellas. Me veo de nuevo delante de ti, de tu mirada, de tus sonrisas, de tus locuras… Y lo aprendido se olvida de repente.

Y todas las barreras caen cuando te miro, has roto el trabajo de construcción de una muralla que había resistido durante tres meses, avasallando de nuevo mi corazón. Has vuelto a dejar a mi corazón sin protecciones contra los sentimientos que me recorren al verte, ya no puedo ocultar nada, y cada vez es más difícil resistir.

Porque veo lo que no quería ver, aquello por lo que construí una muralla, aquello que me hace sentir de nuevo como si viviera en el cuento de la Cenicienta sin acabar, donde los sueños se acaban en un determinado momento… Y ahora solo quiero llorar, pero no puedo, quiero, debo sonreír. Pero duele. Duele mostrar lo que no sientes a cada hora del día para no preocupar a nadie, para hacer creer a los demás y, tal vez, a mí misma, que estoy feliz. Que no pasa nada porque esté sola. Que no siento nada cuando me miras, con esta nueva amistad que duele tanto, con esos ojos que no ven en mí más que otra amiga, otra compañera.

martes, 13 de septiembre de 2011

El músculo de la Vida...

El corazón... Esa atrocidad que el mundo nos ha dado, que tanto nos hace sufrir, que cuando te crees en la cima te tira hacia abajo... Jamás alcanzarás todo lo que él podría darte, nunca alcanzarás lo que la vida puede ofrecerte, porque siempre renunciarás a ciertas cosas porque él te lo pida...
Y, sin embargo, es lo único que nos hace feliz. Eso que tanto nos hace sufrir es, sin duda, el antídoto para cualquier dolor, para los dolores que él mismo produce. Y nada, nada en este mundo podrá hacer que decaigamos totalmente, porque a pesar de que nuestro corazón nos tire hacia abajo a veces, siempre estará ahípara rescatarnos.
Debemos seguir a nuestro corazón, porque él es el único con poder para matarnos, pero también para darnos la libertad absoluta...

El Caballo de las Sombras

Llevo a mi hermana a la piscina. Hace calor. La una de la tarde. Ella va por la acera. Yo tiro de ella mediante un hilo invisible. Casi corremos. La meta: el frío del agua de la piscina.
"Vamos muy rápido", se queja ella. "Es que hace mucho calor y hay muy poca sombra", le contesto.
Y bendita imaginación infantil... "Móntate en la sombra", me dice.
Aparece un caballo cerca de mi. Oscuro. Vaporoso. Pegado a la pared. Sobre la poca sombra arrojada por las casas sobre la acera.
Mi hermana galopa delante mía. La sigo. Galopaba galopando. Galopando galopaba sobre un efímero caballo sombrío.
Sin previo aviso, el caballo se esfuma. Caigo. Golpe. Dolor. La acera ha terminado y el cruce de vías arroja la luz del sol por todo el suelo.
Mi hermana ríe. Yo río. Y mas que nunca siento que ella me ha devuelto por momentos la bendita imaginación infantil...

Pasado

Te hice una promesa: "Seré feliz", y te aseguro que lo estoy cumpliendo. Pero ello no significa que tu recuerdo no me atormente. Tus labios rozando mis labios, mi cuello; tus dientes apretando el lóbulo de mi oreja izquierda; tus dedos acariciando mi mejilla; tu mano apretando la mía... Tu cuerpo pegado al mío, dos fundidos en uno mediante un ardiente beso mientras los fuegos de artificio suben danzando al cielo de San Juan.
Estoy aqui, estática, varada en un mundo ilusorio donde tu recuerdo aun sigue vivo, me mantiene viva. No puedo dar un paso adelante, no quiero avanzar. Quiero estar en esta hinopia, permanecer aqui, contigo, juntos, siempre.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ventanas del pasado...




Ana Frank

"Por las noches, cuando me pongo a pensar en los múltiples pecados y defectos que se me atribuyen, la gran  masa de cosas que debo considerar me confunde de tal manera que, o bien me echo a reir, o bien a llorar, según como esté de humor. Y entonces me duermo con la extraña sensación de querer ser otra cosa de la que soy, o de ser otra cosa de la que quiero, o quizá tambien de hacer otra cosa de la que quiero o soy.
¡Santo cielo! Ahora tambien te voy a confundir a ti, perdóname, pero no me gusta hacer tachones, y tirar papel en épocas de gran escasez está prohibido. De modo que solo puedo reconmendarte que no releas la frase de arriba y sobre todo no te pongas a analizarla, porque de cualquier modo no llegarás a comprenderla."

El Diario de Ana Frank.

Tarde...

                Me han dicho que puedes oírme aunque no lo parezca, así que, aquí estoy, hablándote, aunque parezca que tú no me oyes. Mi vida, ¿qué te han hecho? ¿Se puede saber qué haces en la camilla de un hospital? ¿Se puede saber qué hago yo aquí, a varios centenares de kilómetros de mi casa, visitando a un compañero, en un hospital que hasta hace media hora no conocía?

                Mi vida, mírate, estás hecho polvo… El que te hizo esto debería pagar por ello, pero hasta que no despiertes no se puede hacer nada, nadie sabe nada, nadie ha visto nada… Tú eres el único que lo vio, y mira cómo acabaste.

                Ojalá despertaras, te echo de menos, no sé qué sería de mi vida si tú no estuvieras aquí, ¿sabes? Nunca te lo he dicho, pero te amo, y mira cuándo te lo digo, cuando ni si quiera sé si vas a despertar. Es que soy estúpida, socio. Mírame, te amo desde el día en que te vi, y he esperado tanto tiempo para decírtelo, que ahora ni si quiera sé si algún día me responderás. Tienes que despertar, porque si no, no sé qué va a ser de mi, ¿me oyes?

                Socio, hermano, si puedes oírme dame alguna señal, intenta mover si quiera, aunque sea un movimiento infinitamente pequeño, los dedos. Por favor. Cualquier movimiento que intentes hacer con la mano lo notaré. ¿Ves? Te tengo cogida la mano. Anda, intenta mover un dedo…

                Venga, venga, venga… dame alguna señal de que volveré a ver cómo te mueves, cómo hablas… ¿Sabes qué?, pase lo que pase no te abandonaré, todos los días sacaré un ratito para estar contigo, mi vida. Todos los días me tendrás aquí dándote la tabarra, hasta el día en que despiertes y me des un paliza por ser tan pesada…

                Espera, eso… eso… ya no sé si es que tengo tantas ganas de ver un movimiento tuyo o es que ha pasado de verdad, pero juraría que moviste el labio, un atisbo de sonrisa… Mi vida, te quiero, y si la solución está en hacerte reír, estaré todos los días aquí haciendo el payaso solo para ti. TE QUIERO.

Danzas en la oscuridad

La música sonaba a nuestro alrededor, era una canción en inglés, cantaba una mujer. Estábamos muy pegados el uno al otro, bailábamos. Una de sus piernas estaba entre las mías, y una de las mías, entre las suyas. Bailábamos. Nuestros cuerpos estaban muy pegados y yo le eché los brazos al cuello mientras le cantaba la canción. Era una de mis canciones favoritas. Estaba deseando estar con él todo el tiempo del mundo, así, pegados, y bailando.
Permanecí abrazada a él durante dos segundos totalmente fascinantes. Luego él me miró con la cara seria, con una mirada que me pedía que me separase de él.
Le miré a los ojos mientras seguía abrazada a él. Dejé de cantar.

-          ¿Qué pasa? – le pregunté.

-          No es nada, no es nada. – me respondió.

Pero yo sabía que sí había algo, algo estaba pasando y no me gustaba.

-          ¿Positivo y negativo? – le pregunté mientras me separaba de él, ya conocía la respuesta.

-          Positivo y negativo – me respondió.
Mi cara se ensombreció. No me gustaba aquella respuesta. Me separé un poco de él pero seguí bailando. Él sólo buscaba de mí una amistad, y yo lo respeté. Seríamos amigos. De repente algo en su semblante cambió. Me sonrió.
Ahora la cantante calló y empezó a cantar un hombre. Ahora era él quien empezó a cantarme la canción, mientras se acercaba a mí. Puso una de sus manos en mi cuello, obligándome a juntarme a él. Su manera de pensar había cambiado. Nos juntamos tanto que me empujaba hacia atrás, mientras bailábamos. Me empujaba, mientras bailábamos sin parar. Me empujó hasta que topamos con una mesa.
Entonces nos juntamos aún más, tanto que notaba su respiración en mi cara. Ya no bailábamos. Todo había parado. La música ya no sonaba en mis oídos. Ya no bailábamos. Nuestras caras se rozaban, y disfrutábamos de aquel roce. Me miró a los ojos.
Y cuando supe que iba a besarme, desperté.

Sueños.

Explosiones de colores por todos lados. Azul, violeta, plata, fucsia... Colores que jamás pensé que existían. Sentía que volaba entre estas manchas que me envolvían. Verde, amarillo, granate, turquesa... No había suelo a mis pies, estaba flotando. Explosiones de colores imaginarios. Fantasía a mi alrededor... Dorado, celeste, rosa, negro...

La Muñeca de la Niña de Uniforme...

Una muñeca, sólo aquella muñeca. Una muñeca que le había visto a una de las niñas de uniforme, solo quería eso. Y, si era posible, un bocado caliente para saciar mi constante hambre. Todos los años, antes de Navidad, cada hora de cada día rogaba al cielo para que Papá Noel o los Reyes Magos me trajeran aquella bonita muñeca.

            Sin embargo, yo no podía comprender por qué Papá Noel o los Grandes Reyes nunca venían a mi pequeña casita de barro. Sí comprendía que mi casita no se veía mucho por culpa de aquellos monstruos gigantes donde vivía la gente de la ciudad, por eso siempre la decoraba como podía, para que se viera más. Pero, a pesar de que me esforzaba, la muñeca no venía, ni el trabajo de mi padre, ni la medicina para mi mamita, que estaba muy enferma, ni la comida... ¿Por qué? Las niñas de uniforme siempre tenían muñecas nuevas...

            Un día mi madre empeoró y mi padre decidió que iríamos a la ciudad...

            Hoy en Nochebuena, y, a pesar de eso estoy trabajando, para llegar a fin de mes. Ya tengo 26 años, tengo un trabajo y un piso donde vivo con mis padres. Mi madre ya no está enferma, tiene su medicina y, aunque mi padre no tiene trabajo, lo tengo yo. Mi vida ha cambiado, prefiero dejar el pasado en el olvido y vivir en el presente, aunque sea un presente sin magia ni ilusión. Ahora vivo bien. Sin embargo, no puedo evitar pensar en la ilusión que tenía en Navidad, cuando no tenía nada, ni siquiera la muñeca de la niña de uniforme.