A veces me subo ahí arriba a para
sentir el viento, sus caricias, sus susurros… Me gusta oír que nadie me oye;
ver que nadie me ve; sentir que nadie me siente. Es increíble, pero la gente no
mira hacia arriba, solo mira sus pies, en esa rápida y estresada carrera en que
se ha convertido la vida para muchos. Están abajo, y solo miran hacia abajo.
Me subo ahí arriba cuando el
viento me llama a subir. Y hoy… Hoy el viento me ha llamado con más fuerza que
nunca. La vida me estaba agobiando, los estudios, las peleas… y el viento me ha
acariciado la cara, aun estando aquí abajo. Y me ha dicho al oído:
“Ven… ven conmigo y háblame… sube
aquí arriba conmigo”
Y he subido, porque él me ha
llamado, y porque a mí también me hacía falta… He subido, como siempre, ahí
arriba. Porque el viento hoy… el viento hoy estaba tan bello esperándome… Ese
viento, esas suaves y frescas ráfagas primaverales acariciándome el rostro… Y
he subido. Pero la puerta estaba cerrada hoy. Y mi mundana cobardía me ha
echado atrás, y no la he cruzado.
Pero el viento me llamaba con
fuerza, y he buscado otro arriba. No era igual, pero me acercaba lo suficiente
al viento de hoy, ese que anuncia lluvia con cada remolino de papeles que
levanta del suelo, ese frío y arrebatador viento de los extraños días de
primavera.
Y subí arriba. Y miré hacia
abajo, hacia aquellos que no miran hacia arriba. Y sentí necesidad de mirar
hacia arriba, de mirar hacia arriba desde arriba.
Y he visto el viento, y él me ha
visto a mí, aunque para el resto del mundo fuera invisible.
Y he sentido el viento, y él me
ha sentido a mí, aunque el resto del mundo no sintiera mi presencia.
El viento me ha hablado, me ha
susurrado al oído, me ha gritado, y yo he escuchado. Y yo le he hablado al
viento, y él me ha escuchado con paciencia, cada una de mis palabras, y me ha
correspondido.
“Oh viento querido. Ahí abajo no
siento apenas tus abrazos, tus caricias. Y el mundo apenas sabe de tu
existencia… Por eso he subido, para encontrarme contigo, para hablarte, para
sentirte, para oírte…”
Y mientras yo cortaba su paso
fluido, el me desnudaba, me despojaba de mis ropas, me acariciaba el cuerpo con
sus suaves brazos… Y ha sacado de mí lo que nadie más puede sacar.
Y me ha hecho volver a sentir esa
paz que necesitaba.
Esa sensación de libertad que solo el viento puro puede darte.
ResponderEliminarSientes que hay mas allá cuando te roza fuertemente. Sientes que lo cotidiano y mundano queda atrás.
En esos momentos no existe el tiempo, ni la realidad, tan solo existe un mundo ajeno, un mundo oculto para aquellos que no saben soñar, para aquellos que no se ilusionan.
Y sonries. Ries sin saber porqué, pero lo haces, porque te sientes viva.
Disfrutas con la sensación que solo él, puede darte.
Aunque sabes que cuando vuelvas abajo, todo volverá a ser igual, siempre sabes que hay un arriba que está esperando, que está llamandote con su sutileza y misterio, con su frescura y su calidez.
Él siempre estará ahi, para aquellos que sepamos disfrutarlo.