Desconocido

Que alguien me explique la diferencia. Que alguien me diga por qué el bien está bien y el mal, mal. O mejor, que nadie me diga nada. No, silencio. Sí, mejor; silencio.

Dejadme pensar.

El bien. El mal. ¿Existen de verdad? Y de existir, ¿qué es “bien”? ¿o qué es “mal”?

¿Lo sabéis vosotros? ¿En serio creéis saberlo? La respuesta inicial es sencilla, pero olvidad lo que sabéis. Olvidad ahora todo lo que os han enseñado, deconstruid vuestra mente.

Y preguntaos qué sabéis. O mejor, qué no sabéis.

¿No cobra sentido ahora esa frase de “Solo sé que no sé nada”? Oh, nuestro amigo Sócrates tenía razón. No tenemos ni idea de lo que pasa, de lo que no pasa, de lo que es y de lo que no es. Lo que creemos saber no son más que conceptos que nos han inculcado, clichés, etiquetas. Pero, ¿no os cansan tantas etiquetas? ¿No es así demasiado fácil, sencillo y aburrido el mundo?

No sabemos NADA.

Pero sostengo que darse cuenta de esta diabólica situación es el primer paso de un largo camino de aprendizaje, de aprender por tu cuenta, sin ayudas, sin conceptos preclaros. Es el comienzo de una nueva vida. Es el Renacimiento.

¿Por qué saltarse una valla y explorar un terreno diferente tiene que estar mal? ¿Por qué esta mal caminar sobre los muros y no pegado a ellos? ¿Por qué está mal mojarse en una fuente y no pasar a su lado, sin acercarte, sin sentir el tacto del agua? ¿Y por qué está bien abrir un paraguas si llueve? ¿Por qué está bien abrigarse de la lluvia y no sentir las deliciosas gotas de lluvia recorriendo tu rostro y calando tu ropa? ¿Por qué está bien sentarse en una silla y no disfrutar del tacto frío y duro de la roca del suelo, o del amable y parlante tacto del tronco de un árbol?  ¿Por qué está bien? ¿Y por qué está mal?

Bien. Mal.  Si. No. Verdad. Mentira. Silencio. Sonido. Luz. Oscuridad. Locura. Cordura. Belleza. Fealdad. Deber. Querer.

Nada.

Todo.